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Es imposible comenzar la homilía sin hacer referencia a los nuevos acontecimientos en los que a todos nos han cambiado la vida cotidiana. Todos, de una manera o de otra, nos hemos visto afectados en la forma de vivir pequeñas cosas y el día a día.

 

¿Quién no se ha cuestionado cómo afrontar la situación sin miedos y sin perder la razonabilidad?

¿Es posible poder vivir este instante como un reclamo a salir de nuestra cotidianidad?

¿Tenemos que vernos abocados a mirar sólo las cosas que hemos perdido? ¿gritaremos, como el pueblo de Israel en el desierto, “murmurando contra Moisés”?...

….podemos gritar, murmurar, quejarnos de la situación presente…pero ¿eso la cambia?

Recordemos que todo esto nos está ocurriendo en un tiempo de Cuaresma, en la que acompañamos a Jesús en el desierto, para afrontar con mayor empuje aún nuestra adhesión a la voluntad del Padre.

¿ACASO LA ESPERANZA DEFRAUDA, tal como nos indica san Pablo en la segunda lectura?

“¿ESTÁ O NO ESTÁ EL SEÑOR EN MEDIO DE NOSOTROS?”, tal como dice Moisés en la primera lectura?

Podemos haber perdido la paz, o suscitarse dudas y temores….pero, ¿acaso eso nos separa del Señor? ¿acaso la samaritana del evangelio no tenía también dudas y miedo en su vida? ¿acaso no se planteaba si era posible en su fracasada vida sentimental, que aquello no decidiera el resto de su existencia? ¿no pesaba más en ella ese pequeño deseo de que Alguien saciara su sed de plenitud?

Esa mujer no sabemos si fue al pozo quejándose de su circunstancia, o si estaba cansada de ir sola, o si estaba enfadada con el mundo…solo sabemos que TODO cambió en ella después de la conversación con aquel Hombre que, junto al pozo, le pedía de beber.

¡No cambiaron sus circunstancias!...pero ¡ELLA MISMA SE VIÓ CAMBIADA!

Bastó un tiempo junto a Aquel hombre para que toda su queja desapareciera, viéndose sorprendida incluso en mirar de nuevo bien al que tenía enfrente, a pesar de ser judío y ella samaritana (recordemos que no se trataban), llegando a su casa con un rostro cambiado y con una propuesta concreta: “¡tenéis que escuchar a Aquel que me he encontrado y me ha cambiado!”

En este tiempo de estar en las casas…podemos pactar con la queja…o dejarnos provocar por el Señor que nos invita a ahondar en la vida de oración, tratar con Aquel que sabemos nos ama tal como nos acercamos a un amigo. Pasar solo todo el tiempo frente al televisor consumiendo serie tras serie, programa tras programa…o dedicar un tiempo al día para estar a solas con el Señor, que nos espera en el Altar de la Palabra (como diría san Benito). Pasemos tiempo en diálogo con Él, dejemos que sea Él el que sacie nuestra sed…nosotros ya sabemos que estamos cansados de esta situación…¿pero solo nos queda la queja? ¿existe la posibilidad de vernos cambiados ante lo que el Señor nos dice?

Por eso, ya no yo, vuestro párroco y amigo, sino ella, la samaritana, nos invita a escucharle a Él, nos animaría a no sucumbir a la desesperanza…nos gritaría como en el salmo: “¡OJALÁ ESCUCHÉIS HOY LA VOZ DEL SEÑOR: NO ENDUREZCÁIS VUESTRO CORAZON!”

¡FELIZ DOMINGO!

Paco, párroco de la Asunción de Ntra. Sra. de Colmenar Viejo